1 de agosto de 2012

Elixir

La noche se cerraba poco a poco mientras Drianalae ultimaba los preparativos para aquel día. Odiaba estar entre aquellas cuatro paredes de laboratorio, pero lo que creía que iba a ser un pequeño trabajo de investigación se alargó más de lo que le hubiese gustado. Ya eran dos meses así. ¿O quizás eran tres? Ya había perdido la cuenta completamente. Ahora solo importaba los nuevos preparados que había dispuesto junto a los sujetos de investigación. Una a una fue destapando las pequeñas jaulas que encerraban a aquellas ratas corruptas y enloquecidas y poniendo un frasco al lado de cada una de ellas. Era un trabajo duro para una druida, pero esto lo hacía para un bien común. O eso es lo que ella pensaba cada vez que aturdía a una de esas pequeñas bestias para suministrarle el preparado.

- Compuesto 335: Suministrado- Dijo finalmente al volver a meter a la última de las ratas en su jaula.
Al principio ponía nombres imaginativos y elaborados a sus creaciones, pero terminó por seguir un nombramiento numérico puesto que el trabajo se alargaba y volvía más tedioso. Ya había olvidado casi la razón por la que estaba haciendo esto. Pero algunas noches como esta, esperando a que los preparados hiciesen su efecto, se sentaba frente a las jaulas en una pequeña mesa iluminada únicamente por un candil y se ponía a pensar. Cómo estaban sus bosques de Vallefresno... Cómo iría el progreso de purificación en la Fronda vil... Pero sobre todo le intrigaba la razón del pedido por parte del Administrador de La Corporación, aquel que nunca se deja ver, sobre este preparado. Nunca antes había estado frente a él, y nunca antes le habían pedido algo de esta magnitud. El hecho solo de pensar que una organización comercial quisiese un elixir como este le hacía dudar de si estaba haciendo bien o no al mundo.
-¡Este compuesto salvará vidas!- Recordó cómo dijo el Administrador con pasión mirándola a los ojos.
Sea como fuere, ahí estaba ella, pensando en sus cosas frente a los sujetos experimentales y un libro de notas esperando ansioso a recoger los datos de estos nuevos preparados.
Finalmente los elixires comenzarón a reaccionar en los sujetos. Combulsiones, espasmos, espuma por la boca o incluso la muerte. Estos eran algunos de los posibles resultados. Al principio a Drianalae le causó angustia ver a esas criaturas sucumbir así a sus preparados. Incluso lloró a su primera muerte. Pero ahora se había vuelto fría frente a estos sucesos. De los ocho sujetos, dos habían muerto, tres presentaban combulsiones y los otros tres seguían igual. Tras apuntarlo todo con detalle, retiró a los muertos, dió un final digno a los que sufrían y volvió a tapar al resto.
Era ya tarde, pero tenía que etiquetar los preparados para el próximo día si no quería perder tiempo como hoy. En la sala contigua había un pequeño laboratorio lleno de probetas, vasos de precipitado y un gran mueble lleno de cajones donde guardaba todos los componentes para su uso. Pese al aparente orden, la mesa de etiquetado era un caos. A ella no le importaba, porque cada elixir que saliese de allí tendría una etiqueta, pero lo difícil sería averiguar luego el contenido de aquel. Los ojos lentamente se le iban cerrando, así que actuó con rapidez. Cogió ocho preparados y les anudó una pequeña etiqueta al cuello para luego dejarlos en un expositor. El sueño la vencía, así que decidió sentarse en una silla para descansar un poco y luego salir para irse a casa. Lamentablemente para su espalda, no fue así, y entró en un sueño profundo a los pocos segundos.



Al día siguiente se despertó con la reacción natural de cualquiera que se queda dormido en una silla. Tenía la espalda dolorida y el cuello agarrotado, así que decidió salir fuera a dar una vuelta e ir a comprar algo para comer. Cada vez estaba siendo más difícil encontrar comida a buen precio y de calidad. La guerra contar la Horda estaba causando estragos, y los suministros de comida se hacían cada vez más escasos y caros. Lo poco que se producía iba directo a los frentes para alimentar a los soldados, mientras el pueblo subsistía con poco más que legumbres y algún que otro huevo. Pese a ello, no le fue difícil encontrar lo que buscaba. Unas pocas patatas, espárragos y marregal para darle un toque agridulce. Hoy tenía la sensación que iba a ser un buen día.
Tras la comida, Drianalae volvió al laboratorio. Tenía que alimentar a aquellas criaturas que, aunque estuviesen corruptas y enloquecidas, también tenían derecho a comer. Destapó las jaulas y comenzaron los gritos y chillidos que solo cesaban al arrojarles algo de comida a su interior. Hoy tenía la intención de hacer la siguiente remesa de compuestos, así que comenzó a preparar los etiquetados para su aplicación, pero al poner el último elixir al lado de la jaula algo no la cuadró. El vial en el que estaba escrito el número 343 era más alargado y oscuro que el resto. Había estado siendo un caos en el laboratorio, pero mantenía diferenciados los viales para suministrar del resto justamente para no confundirlos. Pero este en concreto no se parecía a ningún otro que tuviese. Quizás había sido una reacción del cristal frente a un compuesto anterior, o quizás en un despiste compró este vial sin darse cuenta. Sea como fuere, no podía perder el tiempo haciendo elucubraciones que no la llevarían a ninguna parte, así que comenzó la aplicación de los compuestos.
Como en todos estos casos, cogió su cuaderno y esperó unos minutos a que hicieran efecto los preparados ya aplicados. Uno a uno, los sujetos empezaron a tener los primeros síntomas, y como siempre, Drianalae comenzó a apuntar todo con rapidez. De las ocho ratas, dos estaban muertas, tres con convulsiones, una seguía igual y otra en estado comatoso. Pero había una que presentaba un diagnóstico diferente a todas las anteriores. Sus pupilas se habían contraido, y sus pulsaciones se habían relajado. Parecía una rata normal. Drianalae no creía ver lo que estaba sucediendo, así que rápidamente cogió el vial que se le había suministrado y apuntó el número. 343. Parecía una locura, pero sin duda ese sujeto se estaba recuperando de una corrupción patente que le llevaba a la histeria, así que rápidamente volvió al laboratorio para averiguar el compuesto de aquel vial.
Como si el mundo fuese a acabarse, Drianalae corría de un lado a otro, apuntando notas y realizando pruebas con el vial que le había dado nuevas fuerzas de voluntad. Pasó una hora... pasó la tarde, y finalmente lo consiguió. Ante ella estaban los ingredientes de todos esos meses de encierro. Algunos eran tan raros, que no sabía ni cómo los consiguió para meterlos en aquel experimento, pero ahí estaban. En ese momento solo existía la gloria de haberlo conseguido y el final de un camino agotador. Entonces fue cuando se acordó. Había pasado toda la tarde intentando averiguar los ingredientes de aquel vial mientras aquellas ratas sufrían las reacciones de sus otros compuestos. No pudo evitar tirar hacia atrás la silla en la que estaba sentada al salir corriendo hacia la sala donde se encontraban estas. Pero llegó tarde. Ahora solo quedaban dos vivas y una en coma. Los tres sujetos que sufrieron combulsiones habían muerto, ya fuese ahogados por su propio vómito o por espasmos incontrolables que terminaron por destruir su pequeño corazón. Para Drianalae, que aun seguía de pie observando con profunda tristeza a aquellas ratas, fue una bofetada tras la victoria. No pudo evitar echarse a llorar mientras se echaba la culpa por haberlas dejado sufrir de esa manera. Tras unos minutos, Drianalae se calmó y recuperó la templanza. Era triste lo que había ocurrido, pero las lágrimas no iban a solucionar nada, así que recogió a los cadáveres y separó al sujeto curado y en coma del resto. Sabía que ahora tocaba un largo seguimiento de los sujetos, ya que debía averiguar las razones del coma de la otra rata, pero al menos era más gratificante.
Con un nuevo cuaderno en las manos, apuntó los números de los compuestos que no habían producido la muerte en los sujetos y comenzó a hacer el diagnóstico. Como bien había anotado antes, el sujeto 343 presentaba una pupilas más contraidas, una disminución de las pulsaciones y una relajación muscular notable. Sus bigotitos no paraban de moverse de un lado a otro olisqueando la jaula en la que estaba, pero parecían nervios naturales por el hecho de estar encerrado. Para intentar relajarla, Drianalae le suministró algo de comida y agua. Parecía tolerarlo bastante bien e incluso parecía agradecida.

 Con una sonrisa en sus labios tras ver la felicidad de aquella rata, Drianalae se puso a realizar el diagnóstico del otro sujeto. Había sido sometido al compuesto 338 y aunque estaba en estado de coma, sus constantes parecían correctas. -Quizás había descubierto una nueva cura contra el insomnio-, se dijo a si misma. Al rebuscar entre las notas de sus viales, comprobó lo que suponía. Aquel compuesto era altamente sedante, por lo que intentaría crear uno igual pero con proporciones inferiores. Pero antes de todo aquello debía averiguar si la corrupción seguía en sus organismos, para lo que tuvo que realizarles un análisis de sangre. Comenzaba a ser bastante tarde, pero el hecho de pensar en que estaba terminando con todo este tiempo de encierro la empujó a finalizar el análisis. Las pruebas fueron concluyentes. El compuesto 338 aun contenía la corrupción en su interior. El compuesto 343 lo había eliminado. Drianalae estaba agotada pero eufórica y comenzó a fantasear por los futuros usos de este nuevo milagro. La fronda vil limpia por completo, con todos sus animales sanos. La fauna de Terrallende devuelta a su estado natural. El equilibrio al fin. Y finalmente se durmió entre fantasias y sueños.

Al día siguiente un dolor agudo pero familiar la despertó. Había vuelto a dormirse en aquella silla y la espalda y el cuello se lo recordaban a cada movimiento. Tras unos estiramientos, fue a la sala donde se encontraban los dos sujetos y los observó con detenimiento. El compuesto 338 dejaría de hacer efecto en unas horas, así que tras realizar unas carantoñas a la rata despierta, se puso a ello. Quizás no debía mejorar aquel compuesto adormecedor, ya que había conseguido el éxito con el otro, pero en su interior pensaba que quizás esto pudiese salvar otras vidas.
Pasadas dos horas ya lo tenía. Decidió ponerle por nombre "compuesto 338B" ya que le parecía correcto conservar parte del antiguo y prosiguió a suministrarlo. Esta vez resultaba más comodo la aplicación, ya que la rata no tenía que ser atontada y su cuerpo no estaba tenso. Esperó varios minutos tras su aplicación, y la rata no parecía despertar. Para pasar el rato, Drianalae decidió jugar un poco con Juglas, el nombre que le había puesto al sujeto 343. Parecía muy inteligente y juguetona. Tenía una vivacidad sorprendente, cosa que agradó mucho a Drianalae, pero parecía que algunas acciones le costaba un poco realizarlas, hasta que se dio cuenta de el por qué. Juglas estaba preñada. La alegría se apoderó de Drianalae tras realizar una pequeña maldición al que le suministraba las ratas por haberle vendido un sujeto así. Tendría que averiguar si el hecho de estar preñada había sido importante para eliminar la corrupción de su cuerpo o no. Pero tendría que ser en otro momento, porque el sujeto 338 acababa de despertarse. Sus movimientos fueron torpes y lentos, como de alguien que se acaba de despertar con una jaqueca terrible. -Hola amiguito, buenos días- Le dijo Drianalae mientras se acercaba a la jaula. La rata no tenía indicios de histeria, y lentamente se acercó a donde estaba la druida para olisquear. Parecía muy confiada. Demasiado para una rata, pero quizás podría ser por los efectos secundarios del compuesto 338B. Tras hacerle un breve examen, parecía que estaba bien y decidió llamarle Ditrel. En este caso era un macho, así que no cabía la posibilidad de haber recibido una remesa de ratas preñadas.
Mientras terminaba de anotar sus últimos apuntes en el cuaderno, un extraño rugido asustó a Drianalae, que inconscientemente se llevó la mano al estómago. Llevaba prácticamente un día sin comer, y su tripa comenzó a recordarle las buenas costumbres. Así que dejó todo lo que estaba haciendo y fue a celebrar su victoria a la taberna más cercana. Pensó que sin duda esto merecía la pena celebrarlo con algún licor con burbujas.
Al volver decidió limpiar un poco todo y ordenarlo. Esta misma noche enviaría una carta al Administrador informándole de su éxito y este lo más seguro es que se personase en el lugar. También decidió cambiar a Juglas y Ditrel de jaula a una más confortable. Sería mejor para ellas y daría una mejor apariencia a la presentación del compuesto 343 y 338B. Pero a la hora de cambiar de lugar a las ratas algo no iba bien. Juglas estaba tumbada y jadeando con la tripa hinchada. Era imposible que enjendrase a sus vástagos en solo un par de días. Pronto comenzó a proferir terribles gritos de dolor. Todo esto parecía imposible, pero pronto los ojos de Drianalae se abrieron como platos al ver que la piel de Juglas se abría en dos para dejar salir una masa informe de entre sus vísceras. Para nada parecía una rata. Según salía parecía crecer más y más hasta que finalmente Juglas dejó de respirar. Esa cosa había estado creciendo dentro de ella y ahora se arrastraba lentamente a la jaula de Ditrel que estaba a su lado observando todo. Drianalae no sabía que hacer, así que salió corriendo a por un vaso grande mientras esa cosa se seguía acercando más y más bajo la atenta mirada de la rata que no parecía retroceder.
Era extraño ver como esa criatura atravesaba los barrotes como si de un líquido vivo se tratase mientras su "piel" exterior comenzaba a tornarse de un rojo sangre a un color negruzco. Finalmente, cuando aquella cosa terminó por llegar a la jaula de Ditrel, un enorme vaso de precipitado le cayó encima, aislándolo contra la mesa. Ditrel no parecía comprender nada, sencillamente observó a Drianalae jadeando con la mano sujetando el vaso para que no se levantase y se volvió a su esquina a recostarse. Sin duda era un comportamiento extraño para una rata, pero eso no importaba ahora. Tenía a una "cosa" convulsionando dentro de un vaso de precipitado que cada vez se inchaba más y más hasta que una explosión interior terminó por convertirlo en un charco asqueroso y negro.
Drianalae finalmente respiró tranquila y tras poner algo con peso encima del vaso, retiró la jaula de Ditrel para que no hubiese ningún accidente. No sabía que podía haber pasado, pero fuera lo que fuese iba a ser eliminado y calcinado para que no existiese ningún peligro. Pese a eso, las cenizas las guardó en un pequeño frasco con la etiqueta 343 en su cuello.

Ya de noche y agotada, Drianalae observaba la jaula de Ditrel con la fórmula y las notas del compuesto 343 en la mano. No podía dejar que esa información terminase en malas manos. Por otro lado, era información muy valiosa para cualquier alquimista. -¿Qué hago?- le preguntó a la rata mientras esta le miraba moviendo los bigotes. Esa tarde habían pasado muchas cosas que no comprendía, entre otras el extraño comportamiento de Ditrel. Tenía muchas conjeturas en la cabeza, y quizás todas se resolviesen haciendo algo que no la agradaba nada. Pese a eso, se levantó decidida, metió la mano en la jaula, agarró a la rata y levantándola en alto la sujetó únicamente por la punta de la cola. Ditrel extrañado y dolorido, intento incorporarse para agarrar la mano que le sujetaba bajo la atenta mirada de Drianalae, pero ni un chillido ni nervios. Nada. Finalmente la druida lo volvió a poner en su mano mientras este le miraba y luego en la jaula. Ni mordiscos ni huidas. Drianalae se dejó caer en la silla sombrada. -No sientes nada- susurró.
El compuesto, como inhibidor de la corrupción había sido un éxito, pero a un alto coste: Las emociones del sujeto. Pese a los importunios, esa misma noche redactó la carta y la dejó lista para enviar al día siguiente. Solo rezaba una frase. "El compuesto ya está listo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario